Varios medios locales se hacen eco estos días que en el Hospital Virgen Macarena ha comenzado a funcionar la unidad especial de tratamiento de ictus. En efecto, desde el pasado lunes se ha puesto en marcha este área preparada y cualificada para tratar esta patología. Una unidad por cierto, que llevaba más de un año finalizada y cerrada porque desde el SAS no se destinaba personal suficiente para utilizar por ello las instalaciones.
Lo preocupante de esta noticia, que sería magnífica para todos, es que la apertura de esta unidad se hace sin apenas personal, sin neurólogo ni cirujano de guardia. Una apertura fruto de la improvisación, en precario y que no tiene otro objetivo que dar una buena imagen (no olvidemos que Torrubia, gerente ya de los hospitales Virgen del Rocío-Macarena, se comprometió con los pacientes en que la unidad abriría esta semana).
De esta forma ha cumplido con su compromiso, pero de qué manera. En la unidad de ictus trabajan principalmente residentes, que aunque son pieza clave en todo el sistema sanitario, necesitan de profesionales experimentados en los que apoyarse.
Por ello, pese a que se abre una unidad especializada, dudamos que pueda darse la asistencia adecuada para este tipo de patologías, mientras no se dote con todo el personal necesario.