En el artículo «Las unidades de gestión clínica», publicado en el Diario Sur de Málaga, Federico Soriguer nos hace un repaso del cambio de modelo producido desde los antiguos Servicios Médicos a las actuales Unidades de Gestión Clínica.
Se pregunta que si diera igual ¿porqué se les ha cambiado el nombre a esos antiguos servicios médicos?. Pues porque servicio quiere decir servicio y gestión, gestión.
La idea, dicen, era que los profesionales adquirieran mayor responsabilidad en la gestión de los recursos, pero la realidad es todo lo contrario pues ni se han trnasferido recursos, ni poder a las nuevas unidades y, como consecuencia, la autonomía de los profesionales casi a desaparecido.
Antes lo jefes de servicio eran los representantes de los profesionales ante las direcciones; ahora, el director de la unidad de gestión es el representante de la gerencia en el servicio. La consecuencia, una inversión de fidelidades de los liderazgos.
El perfil de los nuevos líderes no puede seguir basada en perfiles profesionales y académicos. Los nuevos tienen que poseer la cualidad de buen gestor. Sin embargo es fácil distinguir a un buen profesional y buen académico de otro que no lo es mediante un tribunal independiente. ¿Pero y un buen gestor?. MIentras los jefes de servicio trabajaban para el sistema sanitario público, los directores de UGC trabajan para una empresa llamada SAS, a la que deben mantener una fidelidad silenciosa ante los propósitos políticos del empleador y uno de los mas perversos es la propaganda. Por tanto, los nuevos capataces solo pueden generar buenas noticias
La última consecuencia, no prevista,del modelo UGC es que los profesionales aumentan su desafecto con la empresa por la que se sienten maltratados, entre oras cosas, porque los nuevos directores no los representan. El final de la historia es la pérdida creciente de la identidad profesional, especialmente en los jóvenes.