«Ante una amenza con arma blanca a un médico solo hay una técnica: correr»

La regla de oro frente a una persona que empieza a gritar y mostrar signos de agresividad es mantener la distancia de seguridad y no perder de vista sus manos. Es lo que dijo David Medina, monitor de instrucción de la Guardia Civil, en la clase que ofreció en el centro de salud de Ciudad Expo a cerca de cuarenta profesionales sanitarios, entre odontólogos y auxiliares de Enfermería, procedentes de 19 centros de salud de la Sierra Norte y el Aljarafe.

Este ambulatorio es una de las etapas del camino que hace este efectivo junto a su compañera, también monitora de instrucción del Cuerpo, María del Carmen Almeida, y Fernando Rafael León Santiago, interlocutor policial sanitario provincial de la Guardia Civil.

Ellos enseñan a los sanitarios de Sevilla técnicas que eviten los ataques verbales y físicos de que son objeto por parte de sus pacientes y/o familiares en sus puestos de trabajo.

ABC asistió a esta clase práctica de cerca de dos horas de duración en la que los monitores y los alumnos ensayan las posturas adecuadas y analizan el porqué de los consejos que han de seguir para repeler al agresor.

Un asunto de enorme gravedad con el que los profesionales están aprendiendo a convivir gracias a estas prácticas amenas y divertidas y, por tanto, edificantes, que les enseña la Guardia Civil y que no está de más que cualquier ciudadano sepa.

Empecemos por el mobiliario, dado que la mayoría de las agresiones se concentran en las consultas de los centros de salud en los que, por otra parte, la vigilancia, brilla por su ausencia. Hay que tener en cuenta que la mesa puede servir de defensa pero también de obstáculo a la hora de salir de la sala por lo que hay que disponerla de manera que nos deje espacio para emprender la marcha corriendo.

Otra cuestión que no hay que olvidar es que no debe haber a la vista ni encima de la mesa ni en el bolsillo de la bata del profesional objetos punzantes. A no ser que el agresor tenga algún problema, lo normal es que que su estado de ánimo vaya creciendo desde que se inicia el acto sanitario hasta que llega a atacar por lo que el profesional puede prever en qué acabará todo y desde el momento en que note el mayor atisbo de que la cólera irá en aumento debe adoptar medidas.

León Santiago hizo especial hincapié en que este es el momento «cuando empieza a dar voces y mostrar agresividad» en el que hay que dar aviso a los compañeros y a la Guardia Civil por todos los medios que tienen a su alcance los sanitarios —062, aplicaciones, botón antipánico, contacto vía ordenador, voces— y no sólo ellos sino también el ususario que lo vea.

Medina añadió que «iremos a identificarlo, como mínimo, y, si se ha ido, lo buscaremos porque puede ser que esa persona sea educada y haya tenido un mal día o también que sea su manera habitual de proceder y el hecho de que esté identificada cuenta luego, si hay juicio, porque si una persona está identificada, por ejemplo, siete veces, ya se va viendo por ahí el perfil del agresor y no es lo mismo eso a que no esté identificada y su abogado lo esgrima en su defensa».

Volvemos a la consulta con el agresor ya dentro que empieza a ponerse nervioso y se levanta de la silla. El profesional debe levantarse también, no quedarse en un plano inferior y mirarlo a los ojos mientras busca la salida, sin darle la espalda, controlando sus manos —si es diestro o zurdo se puede saber viendo en qué bolsillo lleva la cartera o el móvil—, hablándole con tranquilidad y empatía — «yo te comprendo»— tuteándolo, sin señalarle con el índice, pues esta actitud y el «usted» pone distancia por medio e incita más al agresor.

Hasta aquí todo bien, sin dudas entre el alumnado, excepto algún detalle de la aplicación y la tecla de aviso del ordenador.

Las preguntas llegaron cuando los monitores empezaron a explicar las posturas que hay que mantener mientras les hablan al presunto agresor o repelen ya la agresión en sí —por ejemplo, si agarra al trabajador por el pelo— porque «no sé yo si me voy a acordar de tantas cosas con lo nerviosa que se pone una».

«No pasa nada porque estas clases van a seguir y estaremos insistiendo y resolviendo dudas», contestaron los monitores.

«Y si en vez de darle en el cuádriceps me equivocó y le doy en los genitales ¿qué me pasa a mí luego?». «Pues mala suerte», respondieron, para añadir que la filosofía es «defenderse, salir corriendo, buscar la salida y librarse del agresor».

La clase empezó a animarse cuando llegó el turno de ensayar las posturas de defensa y salieron los voluntarios «víctimas» y «agresores». Unos frente a otros y los monitores, al lado.

«Mirad las manos y las piernas donde las pongo y donde está el centro de gravedad de mi cuerpo ¿Veis que si están en paralelo el golpe me tira y así, no? Y el pulgar siempre recogido, de lo contrario…¡zas! lo dobla a la primera embestida».

—«Pero si me tapo la cara con las manos para protegerla no lo veo».

—«Tienen que estar separadas…así, así para verlo bien…Los dedos abiertos, no; los dedos cerrados».

Entre las posiciones a adoptar está la denominada de entrevista, en la que la víctima debe tener las manos lo más cerca de la cara posible mientras escucha para poder luego ponerlas a modo de pantalla en el menor tiempo posible con las piernas nunca en paralelo sino en semiflexión y el lado dominante hacia atrás para no perder el equilibrio y ganar estabilidad.

No menos importante, y en resumidas cuentas para no dar pistas al enemigo, es la posición de guardia, cuando vemos que el agresor va a más, con los codos pegados al tórax protegiéndolo con los brazos —ahí están los órganos vitales— y el mentón hacia dentro, sin exponer la mandíbula a la vista.

Almeida matizó que esta postura es especialmente importante para las mujeres ya que protege sus pechos.

Muy ilustrativa fue la denominada triangulación. Es frecuente que al dar aviso o gritar la víctima llegue un compañero a auxiliarla y se ponga a su lado, los dos juntos y delante del agresor. Craso error porque así tiene más fácil su objetivo.

Hay que despistarlo, pero ¿cómo? Pues poniéndose quien auxilia detrás del atacante y la víctima delante dando vueltas a su alrededor los dos, «triangulando», obligando así al paciente o familiar nervioso a cubrir dos planos en vez de uno con lo que el pico de agresividad baja.

También aprendieron cómo ponerse en caso de que llegue una lluvia de golpes — cabeza y mentón entre los brazos pegados al tórax— o cómo reducir al agresor si los agarra por el pelo. Y a denunciar porque «hay que denunciar», dijo León Santiago ya que «el Códido Penal prevé penas a tener en cuenta para el agresor».

Toda una serie de técnicas físicas y psicólogicas para evita agresiones es lo que están aprendiendo los médicos, enfermeros y resto de personal sanitario, para no tener que llegar a sufrir ataques y darse de baja ya que, encima, pierden dinero del sueldo porque se considera que han tenido una enfermedad común.

Actuaciones que prevén cualquier agresión menos una, «porque ante una amenaza con arma blanca solo hay una técnica posible…correr».

 

FUENTE: Amalia F. Lérida – ABC de Sevilla

Imagen: Manuel Gómez

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