Ahora sí podemos llamarte por tu nombre. Ya no tenemos que ocultarlo para no añadir a la pena de banquillo el agravio de ver tu nombre en los medios y las redes sociales asociado a una grave acusación.
Las personas que han conocido tu caso por la prensa no te conocen. Han sabido de ti a través de noticias sesgadas, cargadas de prejuicios. No han tenido, como nosotros, el placer de percibir en tu mirada el amor a nuestra profesión y el compromiso con la defensa de tus pacientes. No te han oído defender tu trabajo con la serenidad y la firmeza de quien cree en lo que hace, de quien se sabe revestido de autoridad moral. Nosotros sí.
La declaración de inocencia con la que ha concluido el juicio al que te has visto sometida no te hace justicia. Por eso, queremos contribuir a paliar tu sufrimiento de todo este tiempo, hasta ser absuelta, dándote las gracias. Hacer lo que consideramos correcto puede causarnos problemas, pero tú nos has enseñado que no existe otro modo de ser médico. Por esa enseñanza y ese orgullo del que todos nos sentimos hoy partícipes, te vamos a estar siempre agradecidos.