Ignorantia audaciam facit

Compartimos con vosotros esta réplica, firmada por nuestro compañero José David Maya Viejo, al artículo «Los príncipes galenos», firmado por Carlos Mármol y publicado por El Mundo:

Le confieso que me costó bastante leer su artículo completo y es que hace tiempo que me prometí a mí mismo no leer más estupideces y, para serle sincero, ya había perdido la práctica. Pero, en fin, como decía Clint Eastwood en la película «La lista negra»: «Las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno». Usted quiso mostrar el suyo y ahora, con su permiso, yo le enseño el mío.

Lejos de expresar su malestar por el desencuentro con algún profesional sanitario, en su artículo, usted optó por hacer extensiva su sesgada e injusta opinión al resto del colectivo médico denotando un desconocimiento superlativo del ejercicio actual de la Medicina en el ámbito de la Atención Primaria.

Para su información, el cribado de los pacientes debe ser realizado por personal sanitario, véase enfermeros o médicos. Durante la pandemia, se pidió a los administrativos que actuasen como en la recepción de un mostrador de urgencias, preguntando el motivo de asistencia y si este se relacionaba con contacto con algún paciente enfermo de SARS-CoV2 o presentaba síntomas respiratorios se enviase al paciente a un lugar determinado, aislado del resto. Ya sabe, por ese pequeño detalle de evitar más contagios. Y allí, muy señor mío, era donde se realizaba el cribado. No confunda usted direccionamiento del paciente con clasificación por gravedad. Ya debería saber, que en los sistemas asistenciales complejos, cada unidad realiza una función: los administrativos indican al paciente, los enfermeros clasifican, los médicos asisten y usted… protesta.

Me asombra el descaro con que esgrime una cifra asistencial de 35 pacientes, como si eso supusiera que el profesional se tirase a la bartola. ¿Sabe usted qué tiempo se tardaría en atender correctamente a 35 pacientes? No, ¿verdad? Ni se lo ha planteado. Le daré una pista, la recomendación es de 15 minutos por paciente, pero claro, eso lo dicen expertos que han dedicado media vida a estudiar en profundidad los sistemas sanitarios de muchos países… Es una lástima que en este aspecto no hayan contado con su opinión, ¿por qué será?

Pues sí, si multiplicamos 35 por 15… ¡A ver esas matemáticas!… Se tardarían 8 horas y 45 minutos sin ni siquiera poder hacer una visita al servicio, esto es, una hora y tres cuartos por encima de la jornada diaria de los profesionales que de seguro terminarían con una vejiga como el campo del Valencia C.F., Mestalla (léase, Me-estalla).

La realidad es bien distinta, con cifras que no bajan de los 60 pacientes al día y que en muchos casos alcanzan o superan los 80. ¡En fin, qué decirle, debe ser música para sus oídos! Pues verá, tan felices están nuestros colegas médicos con la calidad asistencial que prestan en esos exiguos 4 o 5 minutos por paciente, además de tener que entremeter a todos esos pacientes que acuden sin cita programada (de urgencias), que emigran en masa a otros países donde les ofrecen la obscena cifra de 20 pacientes por jornada y con gestión completa de agenda y horarios por parte del profesional. Y sí, ya sé lo que pensará… seguro que allí también se tirarán a la bartola. ¡Pero no se preocupe, el dinero ya no saldrá de su bolsillo!

De hecho, no tardará en ver cómo se reduce drásticamente el número de médicos de Atención Primaria en los próximos años y sin posibilidad de reemplazo efectivo. Y sí, los médicos emigramos buscando un lugar mejor para trabajar, con mejores condiciones laborales, mejores salarios y mayor proyección de futuro profesional. Mientras, en España, aún siguen intentando buscar la fórmula para que los médicos ya jubilados puedan incorporarse de nuevo a trabajar. Y, siento decirle, que con éstos sí que le va a doler el bolsillo, porque cobrarán pensión y sueldo.

Por cierto, esas afirmaciones de que usted paga todos los meses a la Seguridad Social (asimilándola a Sanidad) son más antiguas que el hilo negro, además de erróneas. La realidad es bien distinta, la cuantía que le descuentan mensualmente de su nómina para Seguridad Social va íntegramente dirigida a pensiones y no a Sanidad. Así, que si queremos ser justos, ya estamos tardando en escribir un articulito dando caña a los pensionistas… ¡a ver si hay narices!

Y sí, caballero, cuando nuestros representantes sindicales «exigen» lo que es de justicia para todos, tanto para trabajadores como para pacientes: una asistencia digna en un espacio de tiempo digno, habría que pararse a recapacitar un poco antes de dejar correr la tinta tan alegremente.

En fin, estas y otras afirmaciones que aparecen en su artículo, tan ligeras de pluma como sonrojantes, dejan tan claro su desconocimiento de la Atención Primaria como su intencionalidad manifiesta. Y es que intentar comparar a los médicos con una casta privilegiada de niños caprichosos además de treta decimonónica podemizada, no hay quien se lo trague.

El menosprecio que usted hace de las herramientas que suponen y supondrán uno de los caminos futuros de la Medicina, como la telemedicina son otro ejemplo más del desconocimiento que derrama su pluma.

En otro orden de cosas, me gustaría recordarle que sí, que la culpa del deterioro de la Atención Primaria es de los que la administran, de los que reciben, de los que asisten, de los que acuden, pero también, de los que abusan.

De hecho, parece que usted añora los conocimientos y cuidados que profesaban en Cos los seguidores de la escuela hipocrática. Para su información, le diré que en aquellos tiempos el desconocimiento de la enfermedad era tal que la figura del médico, en no pocas ocasiones, consistía en sentarse a la cabecera el paciente e ir dejando constancia por escrito de los síntomas que este iba presentando hasta que acontecía su muerte. En algunos casos, los más afortunados, el médico podía recomendar un cambio de régimen vital o prescribir un remedio. Pero, al igual que sigue ocurriendo hoy, ya entonces, cuando el remedio era efectivo era porque el fármaco era muy bueno y cuando fallaba era porque el médico era muy malo. Así lo dejaron plasmado por escrito hace ya más de dos milenios mis colegas de Cos.

Esas personas que trabajan en los Centros de Salud u Hospitales y que tapan su boca ahora, no hace mucho que se unieron a sus iguales y libraron una guerra a nivel mundial frente a uno de los enemigos más feroces con los que la especie humana ha combatido jamás. Y lo hicieron como paladines de gente como usted que, lejos de seguir su ejemplo y salir corriendo para esconderse bajo la cama, hicieron frente al SARS-CoV2 (apunte… apunte… que es así como se llama) parapetándose tras batas y mandiles improvisados con bolsas de basura y mascarillas hechas de papel de seda mientras recibían amenazas por parte de sus «jefes» con el argumento de que esas protecciones iban a alarmar a la población.

Y sí, tengo que reconocerle, que probablemente alguna bolsa de basura de esas que usamos como mandiles, salió de su bolsillo como contribuyente. Y no crea que no le agradecemos su enorme contribución pecuniaria, al contrario, pero antes me gustaría recordarle que hubo numerosas bajas, no sólo entre los «civiles» sino también entre esos a los que usted llama «príncipes galenos» y que fueron a la guerra, en su nombre y en el de otros, armados con su fonendoscopio y su conocimiento. Sí, así de bien pertrechados iban esos «niños de papá»: una bata blanca, un mandil hecho con una bolsa de basura y, aquellos más afortunados, una mascarilla de papel de seda y un par de guantes. Así de bien iban esos niños mimados por la Administración y tan bien tratados por ciertos sectores de la sociedad, entre los que imagino que usted se incluye. Ya me hubiera gustado a mí ver a más de uno, ataviado de esta guisa, trabajando durante jornadas extenuantes y atendiendo cara a cara a pacientes infectados sin el más mínimo reparo o queja. ¿Dónde estaban los valientes entonces? Esos que critican a los que dieron la cara, y en algunos casos la vida, por ellos. Yo se lo diré… a su lado, debajo de la cama.

Pero, ante su cortedad de memoria manifiesta, me veo en la obligación moral de recordarle que detrás de cada «príncipe galeno» fallecido en acto de servicio por atender a enfermos infectados por este virus quedaron familias rotas, hombres y mujeres viudos, que vieron como su proyecto de vida desaparecía de un modo cruel e inexorable de la noche a la mañana ante sus ojos, e hijos huérfanos que, probablemente y si han leído algo de su artículo, habrán sentido el mayor de los bochornos, cuando no, vergüenza ajena.

Desconozco el papel que le tocó librar en esta dura contienda, pero al menos, yo, que estaba en primera línea, no le vi allí y, en cambio, sí vi a muchos de los que hoy siguen llevando la cara tapada. Sí, a esos a los que usted, de modo subliminal, compara con bandoleros o atracadores… esos que ocultan de modo vergonzoso y cobarde su rostro. ¡Ay, pero que buenas y sabias son las madres! La mía me recuerda constantemente que para todo en la vida hay un refrán. Y uno de los que más me repite es: «Piensa el ladrón que todos son de su condición».

Para su información le diré que en el invierno de 2019/2020 justo antes de la instauración de las medidas higiénicas obligatorias, entre las que destaca el uso de la mascarilla, hubo en España 27 700 hospitalizaciones por gripe, 1800 ingresos en UCI y 3900 muertes atribuidas a gripe, mientras que en 2020/2021, ya con las medidas de uso de mascarilla instauradas, apenas se detectaron casos. Si tiene dudas, puede consultar las fuentes oportunas. Ahora, ya sabe que esos «cobardes» que continúan tapando su boca en los Centros de Salud siguen mirando por el bienestar y la salud de gente tanto o más agradecida que usted.

Verá, decía Eric Arthur Blair -quien, si no le suena de nada, le diré que firmaba sus obras como George Orwell- que «lo más importante en una guerra no es mantenerse vivo sino mantenerse humano», esa cualidad que mucha gente ha dejado atrás con la excusa de la pandemia, junto con el respeto y la cortesía.

Por último, no tengo por menos que agradecerle el título tan acertado que eligió para encabezar su artículo y que, entiendo que, inconscientemente, tratando de hacer mella en la moral del médico ha conseguido realzarlo. Y es que, cuando se desconoce el verdadero significado y etimología de las palabras, suelen ocurrir hechos como estos. Cuando usted dice «Los príncipes galenos» entiendo que intenta ubicar al galeno (nos llaman así en honor a Claudio Galeno Nicón de Pérgamo que llegó a ser el médico del emperador romano Marco Aurelio) dentro de una casta de privilegiados. Y nada más lejos, ya que la palabra «príncipe» deriva el latín princeps-ipis (‘el primero’), y éste, a su vez, de primus-i (‘primero’) y, precisamente, en ese puesto es donde estuvimos durante toda la pandemia.

Usted podría habernos visto si hubiera salido de su escondite.

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