Revilla, los prejuicios y los médicos

Dice Revilla que para ir a los pueblos de médico de Atención Primaria (AP) “tampoco hay que tener un 14”. Revilla sabe que cualquier médico ha tenido que rozar los 14 puntos en la EvAU para entrar en la facultad, tanto si va a ser médico de AP como neurocirujano. Lo que en realidad quiere decir es que ser médico, en especial médico de AP, no es para tanto. Sin el filtro elitista de los 14 puntos, o casi, habría más médicos y menos problemas para cubrir las plazas de los pueblos más alejados. De hecho -piensa seguramente Revilla- para ir de médico de familia a un pueblo valdría cualquiera con algo de idea. Hasta una enfermera, añadiría Catalina García.

Revilla ha resumido en tono coloquial la ortodoxia de la gestión sanitaria en España. He aquí dos de sus principios esenciales: 1. La AP es un sector secundario; su valor para el sistema es menor y, en consecuencia, no requiere especial cualificación ni una financiación excesiva, y 2. Un relativo exceso de médicos facilita la gestión sanitaria, pues permite reducir sus retribuciones, mantener contratos inestables y cubrir las plazas menos atractivas. Todo son ventajas.

Los políticos saben mejor que nadie que se puede llegar a presidente del Gobierno o de cualquier comunidad autónoma, y no digamos a otros puestos de responsabilidad algo inferior, sin apenas cualificación. No puede extrañarnos que desprecien el mérito. Quienes los desafían con el respaldo de su elevada formación y su esfuerzo, con el orgullo de quien no le debe el puesto al dedo de un amigo, les resultan molestos.

Con todo, lo peor no es su menosprecio, sino que debiliten con su torpeza arrogante el sistema sanitario público. Cualquier gestor bien formado conoce la importancia de la medicina de AP para el buen funcionamiento del sistema sanitario y para mejorar la salud y la satisfacción de la población. Solo la ignorancia y los prejuicios explican que en España se haya maltratado hasta el límite a los médicos de AP, hasta llevar a esta al borde del colapso. La desaparición de la medicina de AP someterá al sistema sanitario a una tensión cuyas consecuencias empezamos a atisbar en la saturación de las urgencias hospitalarias y en los malos datos sobre diagnóstico precoz del cáncer.

Hubo un tiempo en que en España, en efecto, sobraban médicos. El modelo de gestión actual nació entonces. Revilla menciona a los médicos que hacen trasplantes como si fueran una élite mimada por los gestores, pero no es así. Durante décadas, los médicos han sido coaccionados para participar en programas particularmente duros, como el de trasplantes, para realizar actividades extras mal retribuidas o para cubrir turnos de trabajo penosos de manera irregular. El desdén hacia los médicos que late en las palabras de Revilla es el principio rector de la gestión sanitaria en España.

Este modelo nunca ha funcionado, pero ahora es suicida. La intensa desmotivación de los médicos, el elemento clave del sistema sanitario, provoca ineficiencia, conflictividad y un mal funcionamiento de los centros. Con todo, podía subsistir en una época en que el médico, igual que el paciente, era rehén de un sistema público que actuaba en condiciones próximas al monopolio. Ahora se ve amenazado por el crecimiento de la actividad privada y por la movilidad geográfica de los médicos, los más competitivos de los cuales se marchan en busca de puestos más atractivos. El funcionamiento de muchos servicios médicos pronto se verá gravemente limitado. La inequidad y la ineficiencia serán los rasgos más destacados del sistema público. Quizás entonces, cuando la hayamos perdido, apreciemos el valor de una sanidad pública de calidad.

El futuro pinta mal. Los políticos se han apropiado de la sanidad pública. Guiados por su electoralismo cortoplacista, lastrados su incompetencia y crecidos por la convicción de que el poder siempre prevalece sobre el talento, persistirán en su olvido de la AP y se resistirán a afrontar los cambios estructurales que el sistema necesita. Para ellos, el problema se reduce a que a los médicos se nos pida un 14 (casi) en la EvAU. Sus luces no dan para más.

Y es que, para ser político, deberíamos exigir unos mínimos conocimientos. Y en esto sí estamos con Revilla… tampoco hace falta un 14.

Comité Ejecutivo del SMS

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