Nunca piensas que te va a tocar a ti. El despido improcedente, el accidente de tráfico, el hijo ludópata, el vecino que te amarga la vida, el diagnóstico inesperado de una enfermedad terrible, la agresión gratuita. Siempre parece que le ocurre a otros. Lo lees en la prensa, desde la distancia, como si fuera algo ajeno. Hasta que un día… te toca a ti.
Ayer me tocó a mí.
He leído en la prensa distintas versiones sobre lo sucedido. Algunas más acertadas que otras al narrar los hechos. Hoy quiero compartir mi perspectiva como médico, no para representar a nadie, ni para ser la voz de ningún colectivo. Solo para ser
humano.
Soy Carlos, Médico de Familia en un pequeño pueblo de Sevilla. Y, por primera vez en mi vida, he temido por mi salud porque alguien decidió que yo merecía ser golpeado. Por suerte, los golpes no alcanzaron mi cuerpo, pero sí llegaron a planos mucho más profundos.
Déjame robarte unos minutos, querido lector. Esto te concierne más de lo que crees.
Desde hace más de 10 años, he dedicado mis días a ayudar a otros a través de la evidencia científica. Es un privilegio y un orgullo. Pero, para poder ejercer esta vocación, cada día pago peajes con los que no contaba.
El desmantelamiento del Sistema Público de Salud es una realidad. Recortes de personal, privatizaciones disfrazadas (perdón, “externalizaciones”), y una demanda asistencial desbordada en una sociedad que, cada vez más, deposita en otros la responsabilidad de su bienestar. Nos exigen soluciones inmediatas para un derecho robado: el derecho a la salud. Y yo, al igual que tú, también siento frustración, también pago impuestos y también espero una sanidad pública de calidad. Sorpresa: yo también, y con mucho orgullo.
Acompáñame a dar una vuelta por un centro de salud. Te prometo que será revelador.
El personal de seguridad y limpieza recibe insultos, amenazas y desprecios diariamente. Para algunos, ni siquiera merecen el respeto que se otorga a otros profesionales. Déjame decirte algo: sin ellos, nuestro trabajo sería imposible. Son quienes garantizan un espacio seguro donde podemos atenderte. La dignidad no se mide por el cargo ni el título en un currículum.
El personal de administración es la primera línea de contacto. A ellos les volcáis vuestras frustraciones: tiempos de espera interminables, meses aguardando pruebas, citas con especialistas que parecen un espejismo. Déjame ser claro: nada de esto depende de ellos.
El personal de enfermería, siempre al lado del paciente, soporta desplantes y desdén por “no llegado a ser médicos”. Déjame decirte algo: sin enfermería, los médicos estaríamos cojos. Juntos nos complementamos y trabajamos para ofreceros la mejor atención posible.
Y nosotros, los médicos, soportamos cada día malas caras, dudas sobre nuestras capacidades y, últimamente, hasta agresiones. Pero permíteme recordarte algo: soy una persona, como tú. Tengo miedos, dudas y sentimientos.
La pandemia nos convirtió en héroes momentáneos, con aplausos a las 20:00 h y rotondas llenas de agradecimientos. Pero hoy, esos mismos héroes están siendo olvidados y machacados. No somos ni héroes ni villanos. Somos simplemente personas, intentando hacer nuestro trabajo lo mejor que podemos, sabiendo que al otro lado hay seres humanos que también sienten y sufren.
La próxima vez que acudas a un centro de salud, te pido un favor: recuerda que quien te atiende es una persona que quiere ayudarte, pero que hace lo que puede con lo que tiene. Mírale a los ojos y pregúntate: ¿Cómo me gustaría que me trataran a mí? Si mantenemos esta perspectiva, quizás podamos construir un futuro más amable, juntos.
Por mi parte, seguiré haciendo todo lo posible para que vivas en las mejores condiciones posibles, con esa pregunta siempre presente.
Gracias, de corazón, a todos los que me habéis mostrado vuestro apoyo: compañeros, amigos, familiares y pacientes que, con su gratitud, justifican las ganas de seguir levantándome cada mañana para abrir la consulta.
Siempre a vuestra disposición, pero nunca vuestro.