Fusión de hospitales, un matrimonio a la fuerza

¿Recuerdan ustedes aquellos tiempos en que los matrimonios eran impuestos por los señores feudales? Afortunadamente aquellas prácticas desaparecieron y los avances sociales hicieron evidente tanto la necesidad del respeto a la voluntad de las personas como la inutilidad de las uniones forzadas (predestinadas al fracaso o a la anulación de una de las partes)

Porque no hay ninguna unión entre dos colectivos que provoque sinergias si uno de ellos rechaza dicha unión; no hay matrimonio que funcione si uno de los cónyuges manifiesta claramente que quiere el divorcio; no hay piragua que gane una regata si uno de los remeros no quiere remar; en definitiva, no hay mayor garantía de fracaso en una empresa que obligar a trabajar juntos a quienes no quieren hacerlo, no encuentran motivación y ni siquiera han podido contrastar un documento explicativo del proyecto.

Y la Consejería de Salud sigue empeñada en seguir adelante con las fusiones (las llame como las llame y las disfrace como las disfrace) y cuando se le piden explicaciones y argumentos siempre contestan lo mismo: ¿Pero cuáles son los argumentos por los que no queréis “converger”?  Esto nos vuelve a recordar a los señores feudales. Ellos no necesitaban argumentos, eran los siervos los que necesitaban poderosísimas razones para evitar que se cumpliera el capricho del señor.

Pero esto no se queda aquí. Aún hay otra asombrosa vuelta de tuerca. Cuando algún grupo de profesionales se atreve a manifestar su rechazo a este tipo de “uniones de hecho”, la administración despliega toda su capacidad mediática para hacerles ver que están en un profundo error, publica su asombro ante lo que consideran un acto irreflexivo y avisan de que harán “todo lo que esté en su mano” para hacerlos recapacitar, incluso provoca sospechosas dimisiones de quienes eran más reacios y coloca en su sitio a los más dóciles o manipulables.

¿Se acuerdan ustedes una vez más de la suerte que corrían aquellos pobres desgraciados que osaban oponerse a la voluntad del señor feudal? Porque a nosotros, probablemente envueltos en un delirio patológico, no paran de ocurrírsenos semejanzas.

En fin, en esta política sanitaria basada en “esto es bueno porque lo digo yo y en caso de duda aplíquese esta norma” ya nos asombran pocas cosas. Ni siquiera nos sorprende en exceso que se nombre a personas sin experiencia alguna en gestión y gerencia para gestionar y gerenciar los centros sanitarios, algunos sin más méritos que sus relaciones personales.

Curioso, se nos vuelve a venir a la cabeza que eran las relaciones personales y familiares las que otorgaban los feudos y no la capacidad de gobernar en justicia. Será que nuestro delirio aumenta.

Bueno, ojalá que todo esto no sea más que producto de nuestra imaginación y no haya ninguna analogía ni siquiera mínima y casual entre dos épocas y ámbitos tan distintos. Ojalá este matrimonio a la fuerza no se lleve a cabo y no condene a la anulación a ninguna de las dos partes ni aboque al fracaso irrecuperable de una unión tan forzada como innecesaria.

Por cierto ¿Recuerdan por último que estas prácticas feudales incluían el derecho de pernada? ¿Qué detrás de esas órdenes irrevocables de los señores siempre había una clara intención de cobrarse una parte en especies?

Colocamos aquí esta última parte de nuestro estructurado delirio porque este es quizás el tema que más nos preocupa. En estos tiempos la verdadera erótica está en el poder y tener la capacidad de decidir a qué centro se destinan las inversiones, quiénes van a asumir los cargos decisivos, con quién se van a contratar los servicios externos y quiénes van a tener en su mano el futuro de miles de profesionales y millones de ciudadanos, constituye el auténtico derecho de pernada que pone la “guinda” a todo este despropósito.

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