Así maquilla la Junta de Andalucía las listas de espera

En el Sindicato Médico tenemos constancia de que los datos que proporciona el SAS sobre la lista de espera quirúrgica son falsos. La lista de espera quirúrgica tiene como objetivo mostrar a la población, a los profesionales sanitarios y a la Administración sanitaria los plazos de tiempo que transcurren desde que se sabe que un paciente debe ser operado hasta que finalmente la intervención se lleva a cabo. Su finalidad última es impedir que este tiempo sea excesivo, con el consiguiente perjuicio para la población enferma, invirtiendo más recursos en las patologías con más demora. La lista de espera no solo debe ser pública, sino que ha de ser  elaborada con criterios transparentes, conocidos por la población, que reflejen con fidelidad la realidad. Una lista de espera que simplemente ofrece un dato en días de espera media para cada intervención permite, como sucede en el caso de Andalucía, ocultar el tiempo que realmente esperan los enfermos para ser intervenidos.

Andalucía es la comunidad autónoma que menos invierte en Sanidad. En nuestra región gastamos al año una media de unos 1000 euros por habitante, mientras que las comunidades españolas más ricas invierten más de 1500 euros. Esta gran diferencia de inversión explica que nuestros profesionales sanitarios sean los peor pagados de España y también que nuestro sistema sanitario no pueda ofrecer a la población una asistencia sanitaria adecuada. La Junta de Andalucía, no obstante, se niega a reconocer estas carencias. Sostiene que su gestión del sistema sanitario es sencillamente más eficiente que la de otras Comunidades. El problema es que los datos que utiliza para avalar esta afirmación son falsos. Es decir, el tiempo real que espera un paciente desde que debe ser intervenido hasta que finalmente lo es, es muy superior al que oficialmente reconoce la Junta. El engaño se realiza a través de un sistema de incentivos perverso y del maquillaje sistemático de los datos estadísticos. Estos son los procedimientos utilizados por el SAS:

1. Los médicos de familia son presionados de diversos modos para que no deriven a los pacientes a la atención especializada. Se les penaliza económicamente si sus tasas de derivación son “excesivas” y se establecen procedimientos de derivación especialmente complejos desde el punto de vista administrativo. El objetivo de estas medidas es demorar la llegada del paciente a la asistencia especializada, lo que evidentemente retrasa la indicación quirúrgica en aquellos casos en que es necesaria. El SAS no ofrece datos sobre el tiempo que transcurre desde que el paciente acude por un proceso al médico de familia hasta que es visto por el especialista.

2. Una vez que, finalmente, el paciente es visto por el especialista, existen diversos modos en que la espera real es ocultada. El SAS ofrece datos sobre el tiempo que el paciente tarda en ser visto por primera vez por el especialista desde que dicha consulta es solicitada. También ofrece datos sobre el tiempo que tardan en realizarse determinadas pruebas diagnósticas. Aunque aceptásemos que estos datos son verdaderos, que no lo son, el SAS oculta otra información más importante, como el tiempo transcurrido desde que el paciente se hace la prueba hasta que obtiene el correspondiente informe y el tiempo que tarda en ser visto de nuevo por el especialista. Estos plazos suelen ser de meses y  en ocasiones de más de un año.

3. Los médicos especialistas son también presionados a través de procedimientos  diversos para no incluir pacientes en las listas de espera. Además, se establecen filtros que dificultan dicha inclusión, filtros que a menudo son supervisados por los propios jefes, que llegan a sacar de la lista de espera a pacientes que los médicos habían incluido en ella.

4. Cuando el paciente es finalmente incluido en lista de espera, meses después haber acudido por primera vez al médico, existen diversos modos de falsear los tiempos de espera reales. Así, por ejemplo, si el anestesista considera que el paciente necesita una revisión cardiológica antes de ser intervenido, el tiempo empleado en dicha revisión no es contabilizado. Si se ofrece al paciente la posibilidad de ser intervenido en un centro distinto al suyo y se niega al traslado, se le pasa a la cola de la lista, es decir, se cuenta como si acabase de ser incluido. Si en un centro la lista de espera es excesiva y los pacientes son asignados a un hospital concertado (privado) pare ser intervenidos, todos ellos dejan de ser contabilizados en la lista de espera, aunque todavía falten meses para la intervención. Por cierto, en los últimos años el SAS ha ampliado de forma llamativa el número de hospitales privados concertados para operar a pacientes en lista de espera en los hospitales públicos, una curiosa forma de potenciar la sanidad pública.

Estos son solo algunos ejemplos. Existen infinidad de subterfugios utilizados por el SAS para ocultar los datos de espera reales. Así, por ejemplo, se pueden contabilizar juntos los procedimientos urgentes, que son atendidos en horas, y los programados. De este modo se reducen artificialmente los tiempos de espera. También se pueden codificar de forma diferente los procedimientos a los que deben ser sometidos los pacientes, pues en función de dicha codificación quedarán incluidos o no en los decretos de garantía. En este sentido, es muy relevante que los pacientes cuyas patologías, por ser consideradas de menor importancia, no son incluidas en los decretos que garantizan un plazo máximo de espera quirúrgica, acumulen en ocasiones años de espera para ser operados.

En definitiva, el SAS hace públicos datos deliberadamente distorsionados, cuando no sencillamente falsos, sobre los plazos de tiempo que aguardan los pacientes para ser intervenidos. El único dato relevante en este terreno es este: ¿Cuánto tiempo transcurre desde que un paciente acude a su Médico de Familia porque sufre un problema de salud que requiere una intervención quiúrgica y es finalmente operado? Pues bien, la realidad es que a menudo transcurren uno o dos años, y a veces más. Esta es la realidad,por mucho que el SAS nos quiera convencer con sus datos maquillados de lo contrario.

El Sindicato Médico considera que la sanidad pública es uno de los logros más importantes del Estado Social. Cuando criticamos la manipulación informativa que realiza el SAS para ocultar sus carencias no ponemos en duda el modelo, sino la competencia de sus gestores. Ocultar a la población información sobre lo que de verdad ocurre en el Sistema Sanitario PúblicoAndaluz, para conseguir que las carencias presupuestarias pasen desapercibidas, no beneficia ni a la población ni al propio sistema sanitario. Es una estrategia al servicio exclusivo del gobierno autonómico. Una estrategia ilegítima que viola el derecho fundamental de los ciudadanos a una información completa y veraz sobre los asuntos públicos, y socava la legitimidad de la democracia. Una estrategia, en definitiva, que será sistemáticamente denunciada por nuestra organización.

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