AGRESIONES: los timbres deben provocar el “pánico” en el agresor

En todos los centros del SAS, sean del tamaño que sean, están instalados los timbres antipánico que, sin embargo, están demostrando ser absolutamente inútiles por dos razones, ambas igual de importantes para la seguridad de los profesionales:

                -por un lado, su activación depende de la destreza del profesional para pulsar al menos dos teclas de su ordenador en el momento en que está siendo agredido y, con toda probabilidad, no puede estar sentado ante su teclado que, quizás, esté volando hacia el suelo o, peor aún, hacia su cabeza.

                -por otro, si el profesional consigue activarlo, la señal antipánico consiste en un aviso silencioso en los ordenadores del resto de profesionales del centro para que dejen su trabajo y acudan al socorro de su compañero en apuros.

La consecuencia final no puede ser otra más que varios profesionales agredidos y ninguna acción efectiva que detenga la violencia del agresor.

La presencia de agentes de seguridad, al menos en los centros cuya dimensión y probabilidades de agresión son más grandes, sigue siendo muy deficiente y, en aquellos centros donde se considera su presencia suele restringirse, en la mayoría de casos, a los horarios de atención continuada.

Podríamos ir citando deficiencias reales en los sistemas así como elementos de seguridad instalados y publicitados por el SAS pero en ningún caso resolvemos el problema de una agresión cuando se presenta, de modo que se minimicen los daños y se frene la violencia del agresor. No obstante, todos son necesarios.

Nuestra propuesta, tras la experiencia adquirida de años en los que las agresiones no tienen límite y los agresores campan libremente tras su “hazaña”, es la siguiente, respecto a este tema concreto del timbre:

                -la instalación, en todos los centros, de un timbre totalmente accesible al profesional, independiente de cualquier otro artilugio o aparato, que pueda ser accionado por presión o contacto del trabajador y que provoque la activación de una señal acústica (que podría ir acompañada de otra luminosa roja, intermitente) lo suficientemente potente para ser oída en todo el centro. Así, todos los profesionales podrían cesar su actividad y acudir al lugar de la agresión, deteniendo momentáneamente la actividad laboral hasta que se resuelva la situación. La señal acústica, junto a la luminosa, provocarán también que los usuarios presentes acudan al lugar de la agresión que se convertirá, así, en el único lugar importante del centro en ese momento y hasta su resolución.

La tolerancia cero a las agresiones debe iniciarse en el mismo momento en que se produce, poniendo al agresor en situación de sorpresa y vergüenza ante la comunidad a la que pertenece.

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