Comprendemos que, para nuestra profesión, la cual vela por la salud de nuestros pacientes, lo verdaderamente importante es saber prevenir antes que tener que curar. Sabemos que, para que una sociedad progrese, lo verdaderamente importante es ofrecer educación a sus ciudadanos. Entendemos que cuidar el bosque de forma racional evita que se propague el incendio cuando llega el verano. Pero todos asimilamos la necesidad de actuar radicalmente si la prevención ha fallado en nuestro quehacer diario.
Por eso, no celebramos ni nos alegramos de que alguien pierda su libertad entrando en prisión con una pena de cuatro meses, pero nos tranquiliza el hecho de que nuestra sociedad sepa utilizar los recursos de que dispone para sanar lo que no se pudo prevenir, apagar el fuego que no supo evitar o apartar temporalmente a quienes, con la agresión, impiden ejercer con plena libertad la función de velar por la salud de quien, precisamente, le agrede.
Es imprescindible sentir que el desempeño de nuestro trabajo se lleva a cabo en un ambiente distendido y seguro que facilite el logro de nuestro objetivo diario para con una sociedad que nos brindó la oportunidad de formarnos como profesional de la salud.
La aplicación del Código Penal, con sentencias condenatorias como la reciente del agresor del centro de salud de Baena, si además vienen acompañadas de medidas más efectivas para la protección de los profesionales sanitarios ante casos de agresiones en el desempeño de su actividad, hará, sin duda, que las declaraciones de intenciones estén más próximas a la solución que necesitamos.
Hace una semana mostrábamos el apoyo a nuestra compañera de Villaverde del Río tras la agresión sufrida el 17 de junio. Hoy, tras conocer la sentencia del agresor de Baena, todos nos sentimos más protegidos. Prevenir un incendio es necesario; apagarlo, cuando se declara, es imprescindible.