SAS: De la GESTIÓN a la DIGESTIÓN de los recursos

“La salud no lo es todo, pero sin ella todo lo demás es nada”
Arthur Schopenhauer (1788-1860)

Parece claro que nuestras Administraciones Públicas, a raíz del mandato constitucional inserto en el Art. 43 y plasmado bajo el marco normativo de la Ley General de Sanidad, tuvieron una importantísima y titánica misión como era transformar el sistema tradicional en materia de protección de la salud para corregir desigualdades y garantizar la igualdad de acceso a los servicios sanitarios públicos en todo el territorio español. Para ello, la ocasión la pintaban calva y la ingente cantidad de profesionales médicos que el baby boom había proporcionado a la demografía universitaria de nuestro país facilitó la existencia de recursos de profesionales médicos ingentes, poco menos que infinitos para la ardua tarea de montar el actual Sistema Nacional de Salud.

Primero se nos dijo que había que potenciar la Atención Primaria porque de su mejora dependía la salud de un país. La Conferencia de Alma Ata estaba en boca de todos. Era el paradigma que seguir y Andalucía lo siguió.

Andalucía apostó desde el traspaso de las competencias, en 1984, por un Modelo Integral de Cuidados Sanitarios, a partir de la Atención Primaria de salud. Nuestros gestores, llegados a este punto, no debieron tardar en darse cuenta de la rentabilidad que supone políticamente hablando el poder ofertar salud bajo el filtro de la universalidad y falsa gratuidad del servicio. Debieron de recordar aquella frase “La salud no lo es todo, pero sin ella todo lo demás es nada” de Schopenhauer (1788-1860) y entendieron que los fondos presupuestarios que España confiaba a su gestión en materia de salud hacían realidad el que la Consejería de Salud no era todo, pero sin ella las demás no eran nada. Siguieron consumiendo recursos con apetito voraz.

Asumieron que los hospitales eran las joyas de la corona, había que protegerlos y, para ello, nada mejor que rodearlos de círculos concéntricos que, a modo laberíntico, los especialistas de extramuros, los Médicos de Familia y Pediatras de Atención Primaria protegerían con su propia salud y bolsillo si fuera necesario.

Lo llamaron Medicina Basada En La Evidencia y enfocada al mantenimiento y promoción de la salud, pero nosotros acabamos comprobando en nuestro trabajo diario como médicos que era Medicina enfocada al tratamiento puntual de la enfermedad porque no abarcábamos a más en menos tiempo. Había que rentabilizar la sensación de que estabas protegido si pasaban cada día lo más cerca posible del brujo de la tribu, tu médico. Nadie desde la Administración se atrevía a reducir ese flujo innecesario. El ciudadano podrá acudir cuantas veces desee a su médico y haremos que el malo de la película sea su propio médico si consideramos que abusa, pero que no trascienda desde la Administración el que el usuario está malgastando el dinero de todos.

Así pues, la evolución en la puerta de entrada al sistema sanitario es la que sigue:

  • Veníamos en toda España de un sistema de salud tradicional atendido por médicos generales trabajando aislados e individualmente que atendían casi a demanda a una lista de pacientes con funciones casi exclusivamente curativas y sin mantenimiento efectivo de historias clínicas.
  • Hoy, cuarenta años después de Alma Ata y treinta y tres desde la creación del Servicio Andaluz de Salud, mediante la Ley 8/1986 , nos encontramos con un sistema de salud atendido por médicos de Familia trabajando aislados e individualmente, que atienden casi a demanda a una lista de pacientes y sus funciones son casi exclusivamente curativas. Eso sí, la parafernalia que el sistema ha ido generando dificulta el buen mantenimiento de las historias clínicas porque nos inundan las consultas de actos meramente burocráticos que, lejos de requerir capacitación médica, siguen basándose en la abundancia de unos servidores públicos, los médicos, que ya han dejado de abundar y son un bien escaso al que habría que cuidar.

Una nefasta gestión de los recursos, una nula educación pública de la ciudadanía y un absurdo pudor a hablar y transmitir a la población los costes reales de un servicio público nos han llevado a que el trabajo diario de un médico de Atención Primaria se asemeje en lo fundamental a la jornada del médico de los años 70. Innumerables consultas mantienen agendas de citas cada 5 minutos durante jornadas interminables para atender a 50 pacientes. La formación continuada brilla por su ausencia. El foso que separa el hospital y el centro de salud de Atención Primaria cada vez se hace más insalvable y ni los especialistas de AP recuerdan los pasillos del hospital de referencia ni los especialistas de hospital conocen la realidad de los centros de salud. Las agendas diarias no lo permiten. Ni a unos ni a otros se les facilita el acceso al otro lado del foso, algo necesario para que el sistema funcione.

El panorama descrito no es irreal: es el pan nuestro de cada día. Todos estamos de acuerdo en que nuestro trabajo es un medio de vida para disfrutar de ella con los nuestros y no sería lógico esperar de las horas de trabajo mayor disfrute que fuera de él. Nuestra profesión nos gusta y, por eso, la elegimos como medio de vida, pero de ahí a que acudir a nuestro centro cada día suponga escalar una montaña y el retorno lo hagamos arrastrándonos, pone en evidencia fallos garrafales de gestión alta e intermedia.

Nosotros seguiremos denunciando los fallos y exigiendo mejoras organizativas. El programa electoral del actual ejecutivo de la Junta de Andalucía ofrecía soluciones y creímos en esas promesas al arranque de su legislatura.

Necesitamos realidades YA o de lo contrario no pararemos de convocar movilizaciones para reclamarlas porque, si no, parafraseando a Groucho Marx, “partiendo de la nada habremos alcanzado las más altas cotas de la miseria”.

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